| A Cristina Campo Son mis voces cantando para que no canten ellos, los amordazados grismente en el alba, los vestidos de pájaro desolado en la lluvia. Hay, en la espera, un rumor a lila rompiéndose. Y hay, cuando viene el día, una partición del sol en pequeños soles negros. Y cuando es de noche, siempre, una tribu de palabras mutiladas busca asilo en mi garganta, para que no canten ellos, los funestos, los dueños del silencio.
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(Tomado de «Los trabajos y las noches», en Obras completas. Poesía y Prosas, introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 247) |
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