tag:blogger.com,1999:blog-10016678691573463742024-02-20T12:05:01.555-08:00Mi Adorada Alejandra PizarnikMi Adorada Alejandra PizarnikAlejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.comBlogger58125tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-65711277856593084622010-07-27T16:12:00.000-07:002010-07-27T16:13:04.237-07:00Nuestra eterna amada Alejandra Pizarnik<div><embed src="http://widget-45.slide.com/widgets/slideticker.swf" type="application/x-shockwave-flash" quality="high" scale="noscale" salign="l" wmode="transparent" flashvars="cy=bb&il=1&channel=2954361355592133189&site=widget-45.slide.com" style="width:400px;height:320px" name="flashticker" align="middle"></embed><div style="width:400px;text-align:left;"><a href="http://www.slide.com/pivot?cy=bb&at=un&id=2954361355592133189&map=1" target="_blank"><img src="http://widget-45.slide.com/p1/2954361355592133189/bb_t000_v000_s0un_f00/images/xslide1.gif" border="0" ismap="ismap" /></a> <a href="http://www.slide.com/pivot?cy=bb&at=un&id=2954361355592133189&map=2" target="_blank"><img src="http://widget-45.slide.com/p2/2954361355592133189/bb_t000_v000_s0un_f00/images/xslide2.gif" border="0" ismap="ismap" /></a> <a href="http://www.slide.com/pivot?cy=bb&at=un&id=2954361355592133189&map=F" target="_blank"><img src="http://widget-45.slide.com/p4/2954361355592133189/bb_t000_v000_s0un_f00/images/xslide42.gif" border="0" ismap="ismap" /></a></div></div>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-45778388458104401232010-07-26T16:23:00.001-07:002010-07-26T16:23:49.150-07:00Mi Adorada Alejandra<div><embed src="http://widget-5f.slide.com/widgets/slideticker.swf" type="application/x-shockwave-flash" quality="high" scale="noscale" salign="l" wmode="transparent" flashvars="cy=bb&il=1&channel=2954361355592099423&site=widget-5f.slide.com" style="width:400px;height:320px" name="flashticker" align="middle"></embed><div style="width:400px;text-align:left;"><a href="http://www.slide.com/pivot?cy=bb&at=un&id=2954361355592099423&map=1" target="_blank"><img src="http://widget-5f.slide.com/p1/2954361355592099423/bb_t000_v000_s0un_f00/images/xslide1.gif" border="0" ismap="ismap" /></a> <a href="http://www.slide.com/pivot?cy=bb&at=un&id=2954361355592099423&map=2" target="_blank"><img src="http://widget-5f.slide.com/p2/2954361355592099423/bb_t000_v000_s0un_f00/images/xslide2.gif" border="0" ismap="ismap" /></a> <a href="http://www.slide.com/pivot?cy=bb&at=un&id=2954361355592099423&map=F" target="_blank"><img src="http://widget-5f.slide.com/p4/2954361355592099423/bb_t000_v000_s0un_f00/images/xslide42.gif" border="0" ismap="ismap" /></a></div></div>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-1511159303460999942010-07-08T16:02:00.000-07:002010-07-08T16:03:25.101-07:00LOS AVATARES DE SU LEGADO<p></p><div style="text-align: center;"><b><br /></b></div><div style="text-align: center;"><img src="http://www.despertandoalilith.org/wp-content/uploads/2010/03/20090203elpepicul_5-220x300.jpg" class="alignright size-medium wp-image-1388" title="20090203elpepicul_5" alt="" width="220" height="300" /></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;">La intriga que puso los papeles privados de Pizarnik a salvo de la dictadura y de manos rápidas, contada por primera vez por una de sus protagonistas, amiga y editora de sus obras completas</div><p></p> <p style="TEXT-ALIGN: justify">ANA BECCIU.<br /><em>A los pocos días de la muerte de Alejandra Pizarnik, su madre, Rosa Bromiker, nos pidió a Olga Orozco y a mí que nos ocupáramos de reunir los papeles y textos que Alejandra había dejado en su departamento de la calle Montevideo. Trabajamos allí durante varios meses, escoltadas por la poeta Elvira Orphée, que comprendió enseguida la importancia de preservar aquellos documentos. Suya fue la idea de depositarlos en el estudio de un abo</em><em>gado. Y también, la idea de sacarlos de aquel estudio —y llevarlos a casa de Olga— cuando tuvo el pálpito de que allí no estaban seguros.</em></p> <p style="TEXT-ALIGN: justify"><em>Durante varios meses, Olga y yo acudimos diariamente a la calle Montevideo para ordenar carpetas y cuadernos, y para mecanografiar manuscritos, papeles y papelitos que estaban muy bien ordenados en los anaqueles de la parte inferior de la biblioteca, metidos en cajoncitos y ficheros: todo perfectamente etiquetado y dispuesto. Alejandra era ordenadísima con su obra y su correspondencia. Para finales de 1972 habíamos conseguido armar un libro con el material inédito, y se lo entregamos a Sudamericana. Su dueño, López Llausás, nos había prometido que editaría toda la obra de Alejandra.</em></p> <p style="TEXT-ALIGN: justify"><em>Pero pasaron cuatro años y no lo hizo. Llegó 1976, estalló el golpe militar. Y nosotras nos preguntamos qué hacer con todos aquellos cuadernos. Olga escribío a Julio Cortázar a París, y él nos aconsejó que los sacáramos del país y se los lleváramos para que él pudiera depositarlos en una institución segura. Yo salí de Argentina en mayo de 1976, pero no pude llevármelos conmigo. Eran demasiado voluminosos y pesados para transportarlos por avión y en las condiciones precarias de mi viaje. Olga mantuvo los documentos en su casa hasta que en 1977, Martha Moi</em><em>a, que había estado muy unida a Alejandra en los últimos años, los sacó en barco y en dos enormes sacos. Olga había entregado a Martha Moia la totalidad de los papeles, es decir, todos los manuscritos y los diarios. Sin embargo, cuando nos encontramos en Barcelona —yo acudí a la cita acompañada de la poeta Ana María Moix (ver su texto en pág. 4) a la que entonces ya me unía una gran amistad que hoy perdura— Martha me entregó sólo uno de los sacos, pues el otro se lo “iba a quedar ella”. Así fue hasta que, en 1984, accedió a entregarle aquellos cuadernos a Cortázar en París.</em></p> <p style="TEXT-ALIGN: justify"><em>…En 1999, cuando de común acuerdo con Myriam Pizarnik, hermana de Alejandra, se depositaron en la biblioteca de la universidad de Princeton, en EE.UU., inaugurando así el Archivo Alejandra Pizarnik.</em></p> <p style="TEXT-ALIGN: justify"><em>Hubo que esperar a las Malvinas y la presidencia de Alfonsín para que Sudamericana publicara Textos de Sombra y últimos poemas, la recopilación de inéditos de Pizarnik que habíamos preparado diez años antes. Pero la prisa, el límite de páginas impuesto por la editorial, y nuestro miedo a que ésta cambiara de idea, habían dejado m</em><em>ucho material en el tintero. Pasaban los años y yo no conseguía interesar a los editores españoles en los diarios y los papeles que seguíamos custodiando Aurora y yo, con la inquietud siempre de que nos “pasara” algo y aquel</em><em>lo se perdiera. Ambas sabíamos que era fundamental conseguir una edición correcta que hiciera justicia a la importancia de Pizarnik, a su personalidad artística que no dejaba de crecer con las lecturas dentro y fuera de la Argentina.</em></p> <p style="TEXT-ALIGN: justify"><em>……. “Sólo se tardaron veinticinco años”, comentó Ana María con su proverbial sentido del humor el día del año 2000 en que salió Poesía completa en España. Dos años después llegó la Prosa. Y el año próximo les tocará el turno a los Diarios.</em></p> <p style="TEXT-ALIGN: justify"><em>Ver cumplida la tarea de recopilar la poesía y la prosa, hoy al alcance de los lectores latinoamericanos y españoles significa una gran satisfacción. Mi labor ha sido meramente compiladora. La colaboración de Olga Orozco fue esencial desde el principio: fue ella quien me mostró la importancia de no alterar el orden en que Alejandra había dejado las carpetas y cuadernos y la necesidad de inventariar todo para que los años no nos hicieran perder este o aquel papel. Y de conservar el más ínfimo papelito. Lo primero que Olga hizo en la calle Montevideo fue copia</em><em>r a máquina lo que Alejandra había dejado escrito en su pizarrón: era el último texto en el que trabajaba.</em></p> <p style="TEXT-ALIGN: justify"><em>Argentina y residente en España, <strong>Becciú</strong> es poeta y traductora. Ha publicado, entre otros, Como quien acecha y Ronda de noche. (<strong>Suplemento Ñ, diario Clarin-14/09/02</strong>)</em></p>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-5864324808512341152010-07-08T15:56:00.002-07:002010-07-08T15:57:12.537-07:00Sortilegios<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody><tr><td rowspan="2" width="3%"><br /></td><td valign="top" width="82%"><p><br />Y las damas vestidas de rojo para mi dolor y con mi dolor insumidas en mi soplo, agazapadas como fetos de escorpiones en el lado más interno de mi nuca, las madres de rojo que me aspiran el único calor que me doy con mi corazón que apenas pudo nunca latir, a mí que siempre tuve que aprender sola cómo se hace para beber y comer y respirar y a mí que nadie me enseñó a llorar y nadie me enseñará ni siquiera las grandes damas adheridas a la entretela de mi respiración con babas rojizas y velos flotantes de sangre, mi sangre, la mía sola, la que yo me procuré y ahora vienen a beber de mí luego de haber matado al rey que flota en el río y mueve los ojos y sonríe pero </p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica20.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/En_nostalguique.jpg" width="202" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p>está muerto y cuando alguien está muerto, muerto está por más que sonría y las grandes, las trágicas damas de rojo han matado al que se va río abajo y yo me quedo como rehén en perpetua posesión. </p><p><br /></p> <p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Extracción de la piedra de la locura», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 270)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-53020059697490915712010-07-08T15:56:00.001-07:002010-07-08T15:56:24.474-07:00Revelaciones<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>En la noche a tu lado<br />las palabras son claves, son llaves.<br />El deseo de morir es rey.<br />Que tu cuerpo sea siempre<br />un amado espacio de revelaciones.</p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica19.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/Revelaciones.jpg" width="222" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p align="right"><br /><span style="font-size:85%;"><br /></span></p><p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Los trabajos y las noches», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 237)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%" style="text-align: center;"></td> <td width="93%" colspan="2"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-44425797197940174372010-07-08T15:55:00.001-07:002010-07-08T15:55:33.439-07:00Pajarería<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>Grandes pajarerías ‘el ojo ajeno’.</p> <p>—Stock permanente de calandrias.</p> <p>Servicio nocturno.</p> <p>Coturnos para colibríes.</p> <p>Invención y distinción en el arte pajareril (...)<br /><br /></p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica18.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/pajareria.jpg" width="250" height="116" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p>En las ramas de mi pajarera hay un pajarito que le espera desde el 1.º de octubre de 1492. (...)</p> <p>(En caso de accidente, pida pajaritos marcando CAN FIEL 69). Amigos: nunca nadie se atrevió a refutar la óptima textura ni los sublimes materiales de nuestros pájaros. Lo mismo en cuanto a la impecable terminación de cada nuncio canoro. Cierto, hay algo irrisorio en nuestra pajarería: nuestros precios, más bajos que Chaliapín, que Napoleón, que mi novio. Lista de precios en mano, usted, reirá como cuando su madrina fríe una raya estrellada.</p> <p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «La pájara en el ojo ajeno», en <i>Prosa completa,</i><br />edición a cargo de Ana Becciú, prólogo de Ana Nuño, Barcelona, Editorial Lumen, 2002, p. 100)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-63368333319767934752010-07-08T15:54:00.001-07:002010-07-08T15:54:36.185-07:00Origen<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>Hay que salvar al viento<br />los pájaros queman el viento<br />en los cabellos de la mujer solitaria<br />que regresa de la naturaleza<br />y teje tormentos<br />Hay que salvar al viento</p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica17.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/Origen.jpg" width="162" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p align="right"><br /><span style="font-size:85%;">(Tomado de «La última inocencia», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 223)</span> </p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-29008495418694992822010-07-08T15:53:00.001-07:002010-07-08T15:53:34.324-07:00Manchas<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>Un busto de Saturno se levantaba a la entrada del jardín. Las emisiones que de los agujeros faciales salían eran negras, pero tres sochantres reunidos a su alrededor las pintaban de rojo. A H. esto le pareció muy curioso, y se acercó a ellos para ver cómo lo hacían, para saber por qué lo hacían. En aquel momento oyó que uno de ellos le decía al otro:</p> <p>—Me has manchado de pintura, te voy a matar. Nadie me descubrirá, pues las manchas de pintura proceden ineluctablemente a la ocultación de la identidad.</p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica16.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Sin título,1979. Antonio de Beneyto." src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/02_caras_1979.jpg" width="174" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p align="right"><br /><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Cuidado con la pintura», en <i>Prosa completa,</i><br />edición a cargo de Ana Becciú, prólogo de Ana Nuño, Barcelona, Editorial Lumen, 2002, p. 56)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-31132598728594308932010-07-08T15:52:00.001-07:002010-07-08T15:52:41.179-07:00Madrugada<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>Desnudo soñando una noche solar.<br />He yacido días animales.<br />El viento y la lluvia me borraron<br />como a un fuego, como a un poema<br />escrito en un muro.<br /><br /></p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica15.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/Madrugada.jpg" width="250" height="90" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Los trabajos y las noches», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 248)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-25228107696981567312010-07-08T15:51:00.001-07:002010-07-08T15:51:59.818-07:00La verdad del bosque<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>Como un golfo de soles este espacio hermético y transparente: una esfera de cristal con el sol adentro; con un cuerpo dorado (un ausente, querido tú) con una cabeza donde brillan los ojos más azules delante de sol en la esfera transparente.</p>La acción transcurre en el desierto y qué </td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica14.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/El_bosque.jpg" width="250" height="155" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p>sola atravesé mi infancia como caperucita el bosque antes del encuentro feroz. Qué sola llevando una cesta, qué inocente, qué decorosa y bien dispuesta, pero nos devoraron a todos porque ¿para qué sirven las palabras si no pueden constatar que nos devoraron? —dijo la abuela.</p> <p>Pero de la mía no se vistió el lobo. El bosque no es verde sino en el cerebro. La abuela dio a luz a mi madre quien a su vez me dio a tierra, y todo gracias a mi imaginación. Pero allí, en mi pequeño teatro, el lobo las devoró. En cuanto al lobo, lo recorté y lo pegué en mi cuaderno escolar. En suma, en esta vida me deben el festín.</p> <p>—¿Y a esto llamas vida? —dijo la abuela.</p> <p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «La verdad del bosque», en <i>Prosa completa,</i><br />edición a cargo de Ana Becciú, prólogo de Ana Nuño, Barcelona, Editorial Lumen, 2002, p. 34)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-11433422078516238282010-07-08T15:50:00.002-07:002010-07-08T15:51:08.837-07:00Sueño<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="1%"></td> <td valign="top" width="67%"><br /><p>Estallará la isla del recuerdo<br />La vida será un acto de candor<br />Prisión<br />para los días sin retorno<br />Mañana<br />los monstruos del buque destruirán la playa<br />sobre el vidrio del misterio<br />Mañana<br />la carta desconocida encontrará las manos <br /> del alma<br /><br /></p></td> <td valign="top" width="26%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica13.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/sueno.jpg" width="250" height="142" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="6%"></td></tr> <tr> <td valign="top" colspan="2"> <p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «La última inocencia», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 223)</span></p></td></tr> <tr> <td width="1%"></td> <td colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-17920001869003321572010-07-08T15:50:00.001-07:002010-07-08T15:50:25.329-07:00La muerte y la niña<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y sentados a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una muñeca estaba sentada entre ellas, indeciblemente hermosa, y la muerte y la niña la miraban más que al crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella.</p>—Toma un poco de vino —dijo la muerte.<br /><br /></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica12.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Sin título, 2000. Antonio Beneyto." src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/22_ultima_1998.jpg" width="250" height="190" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p>La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que té.</p> <p>—No veo que haya vino —dijo.</p> <p>—Es que no hay —contestó la muerte.</p> <p>—¿Y por qué me dijo usted que había? —dijo.</p> <p>—Nunca dije que hubiera sino que tomes —dijo la muerte.</p> <p>—Pues entonces ha cometido usted una incorrección al ofrecérmelo —respondió la niña muy enojada.</p> <p>—Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una educación esmerada —se disculpó la muerte. </p> <p align="right"><span style="font-size:85%;"><br /></span></p><p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Devoción», en <i>Prosa completa,</i> <br />edición a cargo de Ana Becciú, prólogo de Ana Nuño, Barcelona, Editorial Lumen, 2002, p. 31)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-7641428973271517602010-07-08T15:49:00.001-07:002010-07-08T15:49:32.591-07:00Juego Tabú<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>Ante todo una mancha roja, de un rojo débil pero no sombrío y ni siquiera opaco. La mancha configura un sombrero colorado que se inserta en el color arena húmeda del suelo compuesto por tres tablas de madera.</p> <p>El conjunto —sombrero rojo y madera ocre— relumbra igual que en algunas iglesias umbrosas el manto de la Virgen. Fulgor mediocre que resplandece por obra de la oscuridad vecina.</p>El desconocido dueño del sombrero podría ser un niño que, asomado a la ventana, está jugando con </td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica11.htm"><img border="0" hspace="10" alt="«El flechazo», 1990. Antonio Beneyto." src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/13_flechazo_1990.jpg" width="200" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2">una máscara. Tampoco es improbable que alguien, otro niño, huyera del lugar a fin de no ver la escena de la ventana. En la fuga habría dejado caer su sombrero, y así, la mancha roja que está más acá de la ventana sería el sombrero de un ausente temeroso del recinto cuyo emblema es la conjunción de Eros y la muerte.<br /><p align="right"><span style="font-size:85%;"><br /></span></p><p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Juego tabú», en <i>Prosa completa,</i><br />edición a cargo de Ana Becciú, prólogo de Ana Nuño, Barcelona, Editorial Lumen, 2002, p. 64)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-64207943285004620402010-07-08T15:48:00.001-07:002010-07-08T15:48:50.311-07:00El Escorial<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"> <p><br />Concierto de música religiosa del siglo <span style="font-size:85%;">XVIII</span> en el salón de actos del Colegio Felipe II en El Escorial. Al sentarme me acometió una crisis de idiotismo retórico. Debo escuchar atentamente la conferencia de introducción a la música sacra del 18 —me dije— porque sin duda será emitida en un indudable perfecto español purísimo y yo, tan degenerada lingüísticamente, sí, oiré juiciosamente por saber cómo acomoda las palabras en la frase, de qué manera las pronuncia... Surgió la cantante y dio en leer ella misma la conferencia (...) En procura de </p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica10.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Sin título, 1990. Antonio Beneyto." src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/09_paisaje.jpg" width="248" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2">seriedad elevé mis ojos hacia la bóveda constelada de pequeños ángeles nada terribles pero descendiéndolos en seguida para estrellarlos de nuevo contra la sirvientita gallega ascendida a cantatriz que ya estaba cantando un villancico en alabanza del Señor. En el programa los títulos estaban anunciados en español pero no se comprendía nada. <p align="right"><span style="font-size:85%;"><br /></span></p><p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Escrito en España», en <i>Prosa completa,</i><br />edición a cargo de Ana Becciú prólogo de Ana Nuño, Barcelona, Editorial Lumen, 2002, p. 17-18)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-40992258867666376002010-07-08T15:47:00.000-07:002010-07-08T15:48:02.764-07:00El ausente<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p><b>I</b></p> <p>La sangre quiere sentarse.<br />Le han robado su razón de amor.<br />Ausencia desnuda.<br />Me deliro, me desplumo.<br />¿Qué diría el mundo si Dios<br />lo hubiera abandonado así?</p> <p><b>II</b></p>Sin ti<br /></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica09.htm"><img border="0" hspace="7" alt="«Blaus», 1998. Antonio Beneyto." align="left" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/21_blaus2_1998.jpg" width="156" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p>el sol cae como un muerto abandonado.<br />Sin ti<br />me tomo en mis brazos<br />y me llevo a la vida<br />a mendigar fervor.</p><p><br /></p> <p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Las aventuras perdidas», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 227)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-71555601313388987632010-07-08T15:46:00.001-07:002010-07-08T15:47:27.812-07:00Duración<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"> <tbody> <tr> <td width="3%"><br /><a name="Arriba"></a></td> <td width="93%" colspan="2"><br /></td> <td width="5%"></td></tr> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p align="left">De aquí partió en la negra noche<br />y su cuerpo hubo de morar en este cuarto<br />en donde sollozos, pasos peligrosos<br />de quien no viene, pero hay su presencia<br />amarrada a este lecho en donde sollozos<br />porque un rostro llama,<br />engarzado en lo oscuro<br />piedra preciosa.</p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica08.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/Duracion.jpg" width="157" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <div align="right"><br /><span style="font-size:85%;"><br /></span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;"><br /></span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Los trabajos y las noches», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 241)</span></div></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style=" ;font-size:small;">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-46335448331419301652010-07-08T15:45:00.002-07:002010-07-08T15:46:09.155-07:00Cuento de invierno<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>La luz del viento entre los pinos ¿comprendo estos signos de tristeza incandescente?<br /><br /></p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica07.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/Cuento_de_invierno.jpg" width="250" height="80" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p>Un ahorcado se balancea en el árbol marcado con la cruz lila.</p> <p>Hasta que logró deslizarse fuera de mi sueño y entrar a mi cuarto, por la ventana, en complicidad con el viento de la medianoche. </p> <p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Extracción de la piedra de la locura», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 266)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-42110327779639387942010-07-08T15:45:00.001-07:002010-07-08T15:45:27.814-07:00Cuarto solo<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"> <tbody> <tr> <td width="3%"><a name="Arriba"></a></td> <td width="93%" colspan="2"><br /></td><td width="5%"></td></tr> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>Si te atreves a sorprender<br />la verdad de esta vieja pared;<br />y sus fisuras, desgarraduras,<br />formando rostros, esfinges,<br />manos, clepsidras,<br />seguramente vendrá<br />una presencia para tu sed,<br />probablemente partirá<br />esta ausencia que te bebe.</p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica06.htm"><img border="0" hspace="10" alt="«Personaje roto», 1990. Antonio Beneyto." src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/14_cuerporoto_1990.jpg" width="169" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p align="right"><br /><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Los trabajos y las noches», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 253)</span> </p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-30198535212758818692010-07-08T15:44:00.001-07:002010-07-08T15:44:37.143-07:00Contemplación<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"><br /><p>Murieron las formas despavoridas y no hubo más un afuera y un adentro. Nadie estaba escuchando el lugar porque el lugar no existía.</p> <p><i>Con el propósito de escuchar están escuchando el lugar.</i></p> <p>Adentro de tu máscara relampaguea la noche. Te atraviesan con graznidos. Te martillean con pájaros negros. Colores enemigos se unen en la tragedia.</p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica05.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/Contemplacion.jpg" width="206" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p align="right"><br /><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Extracción de la piedra de la locura», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 265)</span> </p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td><td valign="bottom" width="5%"><br /></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-8883895801667227632010-07-08T15:43:00.001-07:002010-07-08T15:43:38.494-07:00Cementerio<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="82%"> <p><br />Había un hombre que vivía junto a un cementerio y nadie preguntaba por qué. ¿Y por qué alguien habría de preguntar algo? Yo no vivo junto a un cementerio y nadie me pregunta por qué. Algo yace, corrompido o enfermo, entre el sí y el no. Si un hombre vive junto a un cementerio no le preguntan por qué, pero si vive lejos de un cementerio tampoco le preguntan por qué. Pero no por azar vivía ese hombre junto a un cementerio. Se me dirá que todo es azaroso, empezando por el lugar en que se vive. Nada me puede importar lo que se me dice porque nunca nadie me dice nada cuando cree decirme algo. Solamente escucho mis rumores desesperados, los cantos litúrgicos venidos de la tumba sagrada de mi ilícita infancia. Es mentira. En este instante escucho a Lotte Lenya que canta <i>Die dreigroshenoper.</i> Claro es que se </p></td> <td valign="top" width="10%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica04.htm"><img border="0" hspace="10" alt="«Paisaje imaginario», 1985. Antonio Beneyto." src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/12_paisaje_1985.jpg" width="118" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2">trata de un disco, pero no deja de asombrarme que en este lapso de tres años entre la última vez que la escuché y hoy, nada ha cambiado para Lotte Lenya y mucho (acaso todo, si todo fuera cierto) ha cambiado para mí. He sabido de la muerte y he sabido de la lluvia. <p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Los muertos y la lluvia», en <i>Prosa completa,</i><br />edición a cargo de Ana Becciú, prólogo de Ana Nuño, Barcelona, Editorial Lumen, 2002, p. 43)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2"> <p><span style="font-size:85%;">© Instituto Cervantes (España), <script></script> 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span> </p></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-43522972172531632582010-07-08T15:42:00.001-07:002010-07-08T15:42:49.091-07:00Árbol de Diana<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="3%"></td> <td valign="top" width="46%"> <p align="left"> </p><p> </p> <p><b>1</b></p> <p>He dado el salto de mía al alba.<br />He dejado mi cuerpo junto a la luz<br />y he cantado la tristeza de lo que nace.</p> <p><b>2</b></p> <p>Éstas son las versiones que nos propone:<br />Un agujero, una pared que tiembla...<br /></p></td> <td valign="top" width="47%"> <div align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica02.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/Arbol_de_Diana.jpg" width="204" height="250" /></a></div></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="5%"></td></tr> <tr> <td valign="top" width="93%" colspan="2"> <p><b>3</b><br />Sólo la sed<br />el silencio<br />ningún encuentro<br />cuídate de mí amor mío<br />cuídate de la silenciosa en el desierto<br />de la viajera con el vaso vacío<br />y de la sombra de su sombra. </p> <p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Árbol de Diana», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br />introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, pp. 201-202)</span></p></td></tr> <tr> <td width="3%"></td> <td width="93%" colspan="2" style="text-align: center;"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-37432101621704613922010-07-08T15:41:00.001-07:002010-07-08T15:41:35.979-07:00Anillos de ceniza<table style="BORDER-COLLAPSE: collapse" border="0" cellspacing="0" bordercolor="#111111" cellpadding="0" width="100%"><tbody> <tr> <td rowspan="2" width="2%"></td> <td valign="top" width="64%"><i><br />A Cristina Campo</i> <p>Son mis voces cantando<br />para que no canten ellos,<br />los amordazados grismente en el alba,<br />los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.</p> <p>Hay, en la espera,<br />un rumor a lila rompiéndose.<br />Y hay, cuando viene el día,<br />una partición del sol en pequeños soles negros.<br />Y cuando es de noche, siempre,<br />una tribu de palabras mutiladas<br />busca asilo en mi garganta,<br />para que no canten ellos,<br />los funestos, los dueños del silencio.</p><p><br /></p><i></i></td> <td valign="top" width="25%" align="right"><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/poetica/poetica01.htm"><img border="0" hspace="10" alt="Ilustración de Helena Martínez" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/Anillos_de_ceniza.jpg" width="220" height="117" /></a></td> <td valign="bottom" rowspan="2" width="9%"></td></tr> <tr> <td valign="top" colspan="2"> <p align="right"><span style="font-size:85%;">(Tomado de «Los trabajos y las noches», en <i>Obras completas. Poesía y Prosas,</i><br /> introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, p. 247)</span> </p></td></tr> <tr> <td width="2%"></td> <td colspan="2"> <span class="Apple-style-span" style="font-size: small; ">© Instituto Cervantes (España), 2004-2010. Reservados todos los derechos.</span></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-60046845875179350572010-07-08T15:36:00.000-07:002010-07-08T15:38:47.541-07:00Sobre los diarios<tr> <td width="662" colspan="2"> <blockquote> <p align="left"><img src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/05_dibujoAlejandra_5.jpg" border="0" hspace="7" alt="Dibujo de Alejandra Pizarnik." align="right" width="172" height="250" style="text-align: left;" /></p><p align="left"></p><p>En busca del autorretrato, es un fenómeno muy frecuente la exhumación de diarios, cartas y cuadernos de notas que organizan por escrito la vida de un autor ya fallecido. No escapa a esa costumbre Alejandra Pizarnik, lo cual permite acotar las zonas de sombra de una existencia breve y patológicamente previsible como la suya. Desde luego, el primer asedio a todo ese material es epidérmico y corresponde a la grafología. Dice Enrique Molina que la letra de la poetisa era «pequeñita, como un camino de hormigas o un minúsculo collar de granos de arena. Pero ese hilo, con toda su levedad, no se borrará nunca, es uno de los hilos luminosos para entrar y salir del laberinto» («La hija del insomnio», <i>Cuadernos Hispanoamericanos,</i> sup. Los complementarios, n.º 5, mayo de 1990, p. 6). Dicho laberinto, al menos en lo que atañe a su epistolario, tiene una primera bifurcación de orden dialéctico. </p> <p>Sobre esta pista, recuerda Ivonne Bordelois que, de igual modo que la correspondencia de Virginia Woolf «manifiesta una capacidad camaleónica de empatía con sus destinatarios», en el caso de Pizarnik las variaciones de tono y las exclusiones acreditan «una clara voluntad de congeniar con su dialogante, evitar roces o malentendidos, respetar los límites de la intimidad o atravesarlos impunemente si la escucha del otro es disponible» (<i>Correspondencia Pizarnik,</i> Buenos Aires, Seix Barral, Editorial Planeta Argentina, 1998, p. 23). Sin duda, los diarios que han llegado hasta nosotros son de distinta naturaleza y permiten un rastreo más fiable y jugoso.</p> <p>Las anotaciones abarcan el plazo que va desde 1960 hasta 1968. A modo de curiosidad académica, es importante resaltar que las entradas de 1960 y 1961 ya fueron editadas por la escritora en la revista colombiana <i>Mito </i>(n.º 39-40, 1962). Sin ese afán inmediato de publicidad, las entradas sucesivas, seleccionadas y ordenadas por Ana Becciú a la muerte de la escritora, tienen un carácter diverso. Becciú manejó la documentación que llega hasta 1963, resumiendo los diarios que preparó Pizarnik en 1965. Los demás textos parten de la búsqueda efectuada por Olga Orozco y Ana Becciú.</p> <p>De un modo claro, tanto los diarios como la correspondencia permiten valorar cuánto deseaba Alejandra relacionarse en el ámbito artístico. César Aira menciona esa vida social en los medios literarios e incluso alude al esnobismo de la poetisa, afanada en conocer escritores y formar parte de su entorno. «Cuanta más gente conociera —escribe—, cuanto mejores fueran los poetas de los que fuera amiga, más debería cuidarse de dejar flancos desguarnecidos» (<i>Alejandra Pizarnik,</i> Barcelona, Ediciones Omega, col. Vidas literarias, 2001, p. 41).</p> <p>Muy significativas por su valor literario son las entradas que reúne en su antología Frank Graziano. Especialmente en el primer tramo, estas confidencias al diario permiten sondear la psicología del personaje, enriqueciendo la lectura de otras creaciones suyas. El miedo, por ejemplo, es un sentimiento que pone en escena de forma reiterada. «Cuando entré en mi cuarto —escribe el 31 de diciembre de 1960— tuve miedo porque la luz ya estaba prendida y mi mano seguía insistiendo hasta que dije: Ya está prendida. Me saqué los pantalones y subí a la silla para mirar cómo soy con el suéter y el slip; vi mi cuerpo adolescente; después bajé y me acerqué nuevamente al espejo: Tengo miedo, dije. Revisé mis rasgos y me aburrí». En realidad, Alejandra está hambrienta y tiene ganas de romper algo. «Me dirigí a la mesa y quise escribir un poema pero temí aumentar el desorden de los libros y papeles. Me mordía los labios y no sabía qué hacer con las manos. Me asustaba saberme andando por la piecita desordenada, con la boca devorándose y la memoria petrificada» («Diarios 1960-1968», Frank Graziano, introducción y compilación, <i>Alejandra Pizarnik. Semblanza,</i> México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1992, pp. 242-243).</p> <p>A la manera de una profecía que, una vez expresada, debe cumplirse, Alejandra Pizarnik intuye la calma de la muerte y coquetea con la idea de quitarse la vida. La fobia al cuerpo anuncia ese mismo camino, urdido por la fatalidad. No obstante, el 2 de enero de 1961 ubica de forma aún más clara sus temores, mostrándose autocompasiva y sufriente. «No es verdad —repite a renglón seguido— que aquella mañana tuve miedo. No es verdad, no fue en la parte menos visible del verbo, es ahora, me despierto, tengo miedo. Me he mirado las piernas y he subido mis ojos por mi cuerpo, lentamente, como un cuidadoso pensamiento asesino. Éste es mi cuerpo, dije. Me desperté y he visto. Manos en mi garganta. Qué idiota soy» (Frank Graziano, <i>op. cit.</i>, p. 244). Si pudiera tomar nota de su intimidad todos los días, observa el 8 de marzo de 1961, sería una forma de «no perderme, de enlazarme, porque es indudable que me huyo, no me escucho... El más grande misterio de mi vida es este: ¿por qué no me suicido? En vano [procuro] alegrar mi pereza, mi miedo, mi distracción. Tal vez por eso siento, cada noche, que me he olvidado de algo» (Frank Graziano, <i>op. cit.</i>, p. 249).</p> <p>Ante sentimientos de tal calibre, el lenguaje pierde entidad y eficacia. Las ideas surgen a borbotones, se atropellan, caen en el tópico evanescente. «Me horroriza mi lenguaje —escribe el 11 de julio de 1965—. Miento todo el tiempo. Si hablo miento. Hay que averiguar por qué. Hay que demorarse. Me gustaría escribir en forma muy simple y clara. Basta de retórica... Me pregunto cómo hacen los demás para soportar el hecho de vivir. Esta es otra cosa que sería bueno averiguar» (Frank Graziano, p. 269). Por eso, la escritura palpita y se proyecta de forma súbita en el vacío. Así lo explica y siente Silvia Baron Supervielle, quien añade que «no es su relato lo que importa sino aquello a lo cual podría darle forma. Dar forma no a lo que está muerto sino a lo que jamás ha sido forma hasta aquí. Esperar que, más allá de la inmensidad, donde el silencio ya no está, la voz surja de una región increada» (<i>La línea y la sombra,</i> traducción de Eduardo Paz Leston, Valencia, Pre-Textos, 2003, p. 76).</p><p></p></blockquote></td> <td width="55"><br /></td></tr> <tr> <td width="43"> </td> <td valign="top" width="59" style="text-align: left;"></td><td valign="top" width="603"><p></p><div style="text-align: left;"><br /></div><p></p></td> <td width="55"> </td></tr>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-76908262841057363612010-07-08T15:32:00.000-07:002010-07-08T15:34:29.644-07:00Cronología<table border="0" cellspacing="0" cellpadding="0" width="760" style="text-align: left;"><tbody><tr><td width="43" style="text-align: justify;"></td><td width="662" colspan="2"><blockquote><p align="left" style="text-align: left;"><img border="0" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/cronologia/imagenes/port_cronologia.gif" width="567" height="199" usemap="#MapMap" /></p></blockquote></td> <td width="55"></td></tr> <tr> <td width="43"> </td> <td width="59" style="text-align: center;"> </td> <td width="603"><div style="text-align: left;"><br /></div><div style="text-align: left;">En un grado diverso, los detalles aportados en la siguiente tabla cronológica proceden de trabajos originales de Ana Becciú, César Aira, Frank Graziano, Ana Nuño y Bernardo Ezequiel Koremblit. Por el interés y riqueza de su amplio estudio en torno a Pizarnik, citamos con mayor profusión los datos recopilados en los escritos de Cristina Piña. Asimismo hemos dividido esta cronología en dos etapas:</div><blockquote> <p style="text-align: left;"><b>1934-1955, </b>periodo que abarca los años de formación de Flora/Alejandra desde su paso por la Escuela n.º 7 de Avellaneda, su ingreso a la facultad de periodismo, su vocación sartriana y surrealista, hasta la publicación de su primer libro, <i>La tierra más ajena,</i> a sus escasos diecinueve años de edad. </p> <p><b>1956-1972, </b>periodo que se inicia con la publicación de su segundo libro de poemas, <i>La última inocencia,</i> seguido de <i>Las aventuras perdidas.</i> Visita París y Nueva York, donde se relaciona con artistas y escritores como Cortázar y escribe aunque sin ninguna disciplina, ya que rechaza esta opción de vida. Regresa a Buenos Aires. Ocurre su trágica muerte.</p></blockquote></td></tr></tbody></table>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1001667869157346374.post-84857982276698816222010-07-08T15:30:00.001-07:002010-07-08T15:30:55.041-07:00Bigrafía Literaria<tr> <td width="662" colspan="2"> <blockquote><br /></blockquote></td> <td width="55"></td></tr> <tr> <td width="43"></td> <td width="59"></td> <td width="603"> <p><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/biografia.htm"><img title="A la edad de cuatro años con sus amigas." border="0" hspace="7" vspace="5" align="right" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/04_ninas.jpg" width="250" height="168" /></a>Hablando de Alejandra Pizarnik, el diálogo entre creación y destrucción, coherencia y diversidad contradictoria, se resuelve en una biografía llena de serios equívocos. Consta en el registro que su natalicio fue el 29 de abril de 1936. Su raigambre es ruso-judía, y ésa es la identidad que defienden sus padres, llegados a la Argentina tras haber permanecido algún tiempo en París, donde vive un hermano del cabeza de familia, Elías Pozharnik. Ya habrá notado el lector una variante en la ortografía del apellido, un hecho atribuible, según la versión de César Aira, a «uno de los muy corrientes errores de registro de los funcionarios de inmigración. Tenía veintisiete años, y no hablaba una palabra de castellano, lo que era el caso asimismo de su esposa, un año menor, Rejzla Bromiker, cuyo nombre pasó a ser Rosa» (<i>Alejandra Pizarnik,</i> Barcelona, Ediciones Omega, col. Vidas literarias, 2001, p. 9). Con los Pizarnik instalados en la capital argentina, el árbol genealógico acoge a dos niñas: Myriam y Flora, más tarde llamada Alejandra. El clan ocupa una espaciosa vivienda en Avellaneda, mantenida gracias al negocio de venta de joyería al que se dedica Elías. El destierro, por doloroso que parezca, es en este caso providencial, pues el resto de los Pozharnik y Bromiker, «con excepción del hermano del padre en París, y la hermana de la madre en Avellaneda, pereció en el Holocausto, lo que para la niña debió de significar un contacto temprano con los efectos de la muerte» (César Aira, <i>op. cit.</i>, p. 10).</p> <p>La experiencia infantil de Alejandra es bastante liberal, de acuerdo con el criterio de su progenitor. En 1954 concluye los estudios secundarios y comienza un periodo de titubeo académico. A medio camino entre las aulas de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires y las de la Escuela de Periodismo, la joven procura descubrir una vocación literaria que le anima a seguir el catedrático de Literatura Moderna, Juan Jacobo Bajarlía. Ya por estas fechas, «la fascinación de la infancia perdida —escribe Enrique Molina— se convierte en ella, por una oscura mutación que cambia los signos, en la fascinación de la muerte, igualmente deslumbradora una y otra, igualmente plenas de vértigo» («La hija del insomnio», <i>Cuadernos Hispanoamericanos,</i> sup. Los complementarios, n.º 5, mayo de 1990, p. 5). Ahora sabemos qué la condujo al taller del pintor surrealista Batlle Planas. Por algo recuerda Aira que los cuadros de Batlle reproducen escenas espectrales, «con algo de Tanguy y algo de Arp o Miró. El interés de la poeta en este tipo de pintura deriva evidentemente de su figuración metafórica; sólo admitió una desviación hacia la pintura llamada <i>naïf,</i> que fue una escuela floreciente en la Argentina en ese entonces» (César Aira, <i>op. cit.</i>, p. 11). Con todo, más allá de estas sutilezas, Alejandra juega a convertirse en reportera, y llega a asistir al Festival de Cine de Mar del Plata de 1955. Pero la experiencia periodística queda apartada en beneficio de otras inquietudes. </p> <p><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/biografia.htm"><img border="0" hspace="7" alt="Dibujo de Alejandra Pizarnik" vspace="5" align="left" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/01_dibujoAlejandra_1.jpg" width="195" height="250" /></a>Como expresión de esa fragilidad a la que haremos alusión en más de un párrafo, el asma y la tartamudez son irrefutables. En vista de semejante aprisionamiento somático, don Elías cuida a su hija: costea su primer libro, <i>La última inocencia </i>(1956), e incluso llega a abonar los honorarios del psicoanalista que intentará poner en orden el desván sentimental de Alejandra. De hecho, ni la pintura ni la poesía bastan como terapia, y ella experimenta el breve y peligroso fenómeno psicodélico de las anfetaminas. También cura el dolor con analgésicos y frecuenta los somníferos para escapar de la vigilia nocturna.</p> <p>Con todos los rasgos de la bohemia juvenil podría hacerse una suerte de patrón de conducta, relativamente fiel a la personalidad de Pizarnik, salvo en un detalle nada desdeñable, y es que ella «tuvo una invencible aversión a la política, que justificaba con el hecho de que su familia en Europa hubiera sido sucesivamente aniquilada por el fascismo y el estalinismo. (...) Para ella, la literatura tenía un único compromiso con la calidad» (César Aira, <i>op. cit.</i>, p. 17). Así, pues, la vida literaria es una empresa que ella acomete con máximo interés. Entre los primeros tejados bajo los que se guarece, figura la revista <i>Poesía Buenos Aires</i> (1950-1960), foco del grupo de los llamados invencionistas, paralelo a otro, el surrealista, cuyas inquietudes también son las propias de la joven poetisa. Curiosamente, la autora de <i>Las aventuras perdidas </i>(1958) frecuenta la consulta del psicoanálisis aun cuando André Breton recuerda «a los jóvenes y a las almas novelescas que, porque este invierno está de moda el psicoanálisis, necesitan figurarse como una de las más prósperas agencias del charlatanismo moderno, la consulta del doctor Freud, con aparatos para transformar los conejos en sombreros» («Entrevista con el profesor Freud», <i>Los pasos perdidos,</i> traducción de Miguel Veyrat, Madrid, Alianza Editorial, 1998, p. 89). ¿Contradicción? Más bien al contrario: coincidencia de freudianos y surrealistas en el vórtice del subconsciente.</p> <p>No obstante, precisemos. Dentro del panorama surrealista, hay dos poetas que coinciden con Alejandra: Enrique Molina y Olga Orozco. Con esta última, por cierto, «tendría una relación que excedió la literatura» (César Aira, <i>op. cit.</i>, pp. 21-22). Casi en paralelo, la joven accede en 1955 a las creaciones de Antonio Porchia, un poeta «fundamental en la creación del estilo y el procedimiento de Pizarnik. No fue la única que sacó enseñanzas de su obra: el otro fue Roberto Juarroz, y es instructivo hacer un paralelo entre ambos discípulos» (Ídem, p. 25). Al reseñar la correspondencia que mantuvo nuestra poeta con el escritor y pintor manchego Antonio Beneyto (<i>Dos letras,</i> edición de Carlota Caulfield, Barcelona, March Editor, 2003), Blas Matamoro intuye que, para ella, «los poemas son aproximaciones a la Poesía. No son obras ni textos, sino intentos, borradores, ensayos». Con todo, a través de ese tanteo cabe establecer un inventario de cualidades personales: «ser hija y habitante de la noche, esa madre antigua y regia; buscar con afán la recuperación de los olvidos infantiles; cultivar sin confusión el laberinto de una compleja identidad, centrada en deseos nítidos; existir en una soledad sin fondo y sin horror; practicar una estética de la locura (Artaud, Lautréamont) como defensa contra la locura» («Alejandra de cerca», <i>Blanco y Negro Cultural,</i> suplemento del diario <i>ABC,</i> 12 de julio de 2003, p. 21).</p> <p><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/biografia.htm"><img title="Cadáver exquisito hecho por Alejandra, Elvira Orphée, Miguel Ocampo y Chichita Singer." border="0" hspace="7" vspace="5" align="right" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/09_carta.jpg" width="250" height="138" /></a>En esa lucha contra la entropía, Alejandra Pizarnik ensaya diversas estrategias. Una de ellas es el destierro, puesto en práctica en París desde 1960 hasta a 1964. Pero ni siquiera ese nuevo extrañamiento relaja su íntima tensión. «En el fondo —escribe el 25 de julio de 1965— yo odio la poesía. Es, para mí, una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena. Y además me recuerda que no puedo «hincar el diente» en lo concreto. Si pudiera hacer orden en mis papeles algo se salvaría. Y en mis lecturas y en mis miserables escritos» («Diarios 1960-1968», Frank Graziano, introducción y compilación, <i>Alejandra Pizarnik. Semblanza,</i> México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 271). Ya se ve: el ensimismamiento hermético y la muerte son los dos puertos que la esperan. Otra empresa posible es el silencio, que se presenta de dos maneras en su obra. «La primera —temible y peligrosa para la palabra poética, aún en antítesis con ella— corresponde a la incapacidad de enunciación. (...) La otra —atracción y fuerza de la palabra poética— simboliza un mundo auténtico, intacto y perdido, y confina con la poesía misma, además de ser el componente necesario de la resonancia propia del lenguaje lírico» (Anna Soncini, «Itinerario de la palabra en el silencio», <i>Cuadernos Hispanoamericanos,</i> sup. Los complementarios, n.º 5, mayo de 1990, pp. 7-8).</p> <p>Claro que, en casi todos los temas que tratamos de ordenar vuelve a infiltrarse la muerte, cuyos códigos descifra en el periodo durante el cual publica <i>Árbol de Diana </i>(1962) y <i>Los trabajos y las noches </i>(1965). «Leí mi libro —escribe el 26 de agosto de 1965—. La muerte es allí demasiado real, si así puedo decir; no el problema de la muerte sino la muerte como presencia. Cada poema ha sido escrito desde una total abolición (o mejor: desaparición) del mundo con sus ríos, con sus calles, con sus gentes. Esto no significa que los poemas sean buenos» («Diarios 1960-1968», <i>op. cit.</i>, p. 273). Pese a figurar como detalle anecdótico, sorprende que, aun definiéndose en esa totalidad de la muerte, Pizarnik cultivara a ratos y con buen estilo el donaire social. Una vez más, el lenguaje era su instrumento privilegiado. Por ello censura Ivonne Bordelois que los autores de semblanzas no hablen nunca de «la extraordinaria voz de Alejandra y de su aún más extraordinaria dicción. Alejandra hablaba literariamente desde el otro lado del lenguaje, y en cada lenguaje, incluyendo el español y sobre todo en español, se la escuchaba en una suerte de esquizofrenia alucinante» (<i>Correspondencia Pizarnik,</i> Buenos Aires, Seix Barral, Editorial Planeta Argentina, 1998, p. 15).</p> <p><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/biografia.htm"><img border="0" hspace="7" alt="La joven Pizarnik montando en bicicleta" vspace="5" align="left" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/15_fotobici.jpg" width="167" height="250" /></a>Cuando el 30 de abril de 1966 retoma las páginas de su diario, se observa recién llegada a los treinta años, sin saber aún nada de la existencia. «Lo infantil —escribe— tiende a morir ahora pero no por ello entro en la adultez definitiva. El miedo es demasiado fuerte sin duda. Renunciar a encontrar una madre. La idea ya no me parece tan imposible. Tampoco renunciar a ser un ser excepcional (aspiración que me hastía). Pero aceptar ser una mujer de 30 años... Me miro en el espejo y parezco una adolescente. Muchas penas me serían ahorradas si aceptara la verdad» («Diarios 1960-1968», <i>op. cit.</i>, p. 277). Al cabo, la substancia nativa de la poesía y de la biografía se confunden, y aunque ello pueda ser discutido por numerosos analistas, lo cierto es que los motivos recurrentes de una no se explican fácilmente sin el auxilio de los que atañen a la otra: «la seducción y la nostalgia imposibles, la tentación del silencio, la escritura concebida como espacio ceremonial donde se exaltan la vida, la libertad y la muerte, la infancia y sus espejismos, los espejos y el doble amenazador» (Ana Nuño, en Alejandra Pizarnik, <i>Prosa completa,</i> edición a cargo de Ana Becciú, Barcelona, Editorial Lumen, 2001, p. 8). </p> <p>Mediante el simbolismo desmesurado de <i>Extracción de la piedra de locura </i>(1968), la sola cita del dolor y la impotencia configura el tablero poético, pero no ya por medios convencionales, sino a través de una constatación —rica en consecuencias— de la falta de fe en su propia imaginación creadora. «Si no fuera así —escribe el 24 de mayo de 1966— no leería para aprender sino para gozar. ¿Aprender qué? Formas. No, no es el deseo de frecuentar modos de expresión. Mis contenidos imaginarios son tan fragmentarios, tan divorciados de lo real, que temo, en suma, dar a luz nada más que monstruos. (...) Creo que se trata de un problema de distribución de energías. Pero lo esencial es la falta de confianza en mis medios innatos, en mis recursos internos o espirituales o imaginarios» («Diarios 1960-1968», <i>op. cit.</i>, pp. 279-280).</p> <p><a href="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/biografia.htm"><img title="Con José Hernández, foto de Enrique Pezzoni." border="0" hspace="7" align="right" src="http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/imagenes/250/12_jj_hernandez.jpg" width="250" height="159" /></a>Desde luego, sólo en este clima de bloqueo y melancolía es posible estudiar de forma pormenorizada títulos como <i>Nombres y figuras </i>(1969), <i>La condesa sangrienta </i>(1971) y <i>El infierno musical </i>(1971). En cierto modo, podemos insinuar un propósito testamentario, aunque ese fin también es propio de creadores que no conciben el suicidio entre sus planes. El caso es que, si bien permite que la imprenta reitere sus palabras, Alejandra no quiere perpetuarse y por eso elige morir en la madrugada del 25 de septiembre de 1972. Cincuenta pastillas de Seconal sódico le interesan como un símbolo de su decisión, y es que la muerte «es la mayor disonancia o, quizá, la armonía radical del silencio» (Blas Matamoro, <i>Puesto fronterizo,</i> Madrid, Síntesis, 2003, p. 174). En todo caso, según detalla Ana Nuño, la mitificación de su propio fallecimiento «ha acabado produciendo una especie de «relato de la pasión que la recubre con el velo de un Cristo femenino». Abundan los retratos del poeta suicida y Alejandra ingresa en esa galería de espectros añadiendo una etiqueta más a su obra. ¿Alguien discute, a estas alturas, que el malditismo sea un rótulo atractivo?</p> <p>Como es obvio para Nuño, resultan graves las consecuencias de esa patología consistente en vincular vida y obra. La lectura de todo ello nos conduce a la cuestión del género: «La melancolía, la soledad y el aislamiento, cuando se ponen de manifiesto en la vida de una mujer, son rasgos que admiten ser interpretados como la prueba de un desequilibrio psíquico de tal naturaleza, que puede conducir a su autora al suicidio o la locura. Si es varón el escritor, en cambio, y su obra o vida o ambas manifiestan parecida contextura —la lista es larga, de Hölderlin y Rimbaud a Kafka y Beckett—, ésta suele recibirse como una confirmación del talante visionario del hacedor» (Ana Nuño, <i>op. cit.</i>, p. 7). A vueltas con esa conexión entre la obra literaria y la realidad de su autora, Frank Graziano cree que «la obra suicida de Pizarnik sólo puede nombrar una muerte literaria y nunca una real». Es más, el debate sobre si la escritora cometió un suicidio o simplemente erró la dosis, resulta académico en lo concerniente a su creación literaria, pues dicha obra «sólo nombra la muerte que sufrió Pizarnik como autora, como personaje de su propia ficción, cualesquiera que fuesen las intenciones específicas de Pizarnik como persona» («Una muerte en que vivir», <i>Alejandra Pizarnik. Semblanza,</i> México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1992, pp. 12-13).</p> <p>Pese a algún exceso romántico y a más de un fraude piadoso, las biografías que han ido reconstruyendo el pasado de Alejandra Pizarnik reúnen hechos ciertos, aunque guiados por una relación mudable, de sabor barroco. En rigor, no son juegos imaginativos sino manifestaciones vibrantes, cuya materia prima es de las que fecundan una generación. Al fin y al cabo, reconstruir una vida de esta naturaleza conlleva un acto de soberbia en el que los biógrafos se creen capaces de expresar sentimientos y formas delirantes, pero también es un acto de humildad, también es un deseo de perfeccionar literariamente lo que en el pasado se ve como imperfecto y quebradizo.</p></td></tr>Alejandra Pizarnikhttp://www.blogger.com/profile/13223271998102287802noreply@blogger.com0